lunes, 26 de marzo de 2012

El poder de un sueño


Estando dormido protegido por el abrazo de las sábanas, sintiendo la seguridad y la calidez, te dejas llevar por tu subconsciente. Dócilmente dejas que te guíe a dondequiera que él tenga a bien llevarte. En esta ocasión, y sin saber por qué, te encuentras paradójicamente consciente de todo lo que está sucediendo a tu alrededor. Ese entorno, aunque desconocido, se te antoja familiar, quienes te rodean aun sin sentido tienen un por qué y todo lo que sucede es tan real... No sabes cómo llegaste pero tampoco ves nada extraño en estar ahí. Ese olor que remueve algo en tu interior, esas palabras que se clavan en lo más profundo de tu ser, esa reacción tan espontánea que nunca se podría prever, ese temor que te paraliza, esa voz que puedes oír con todos sus matices se siente incluso más que si fuera real.


Llegado a este punto deseas que todo eso desaparezca o deseas aferrarte a ello con fuerza, tal vez ambas. Reaccionas buscando alguna huella de incoherencia, un resquicio de hilaridad, lo pones todo a prueba pero no existe fallo alguno. Así que, convencido comienzas a interiorizar todo lo que te está sucediendo. Te sumerges en esa experiencia, te rindes a ella sin saber que no existe pasado ni futuro para ese momento que, sin embargo, cómo algo vivido pasa a formar parte de ti. Es entonces, y sólo entonces, cuando se desvanece y deja paso a las sábanas de nuevo.

De vuelta en el mundo, tardas unos segundos en reaccionar. No sabes a dónde ha ido a parar todo cuanto había hacía apenas un segundo. El desconcierto se apodera de ti mientras aún colean los últimos resquicios de ese sentimiento. Aún te acompaña esa sensación. Aún no se secó el sudor de tu frente. Aún no se calmó tu respiración, no cesó el temblor en tus manos ni se sosegó el latir de tu corazón. Poco a poco, con cuentagotas tu conciencia te devuelve la coherencia del día a día, las leyes del universo vuelven a reinar en tu lógica y todo ello va tomando el control, quitando importancia al sueño, desterrándolo a la indiferencia de la irrealidad.

Tratas de aceptar que, un sueño es un sueño. Pero saber que lo vivido no era real no borra el recuerdo, ni cambia el cómo te sientes. Te torturas dando vueltas a algo que sabes que no es real y no consigues evitar que tenga poder sobre ti, que te influya. Sin poder deshacerte de ello sientes la necesidad de compartirlo con aquel que apareció en ese mundo contigo, con la esperanza de que te confirme que nada de eso sucedió en realidad, quizás para que en un improbable acto de sinceridad confiese que fue tan real como te pareció. Con ese sinsabor, con un vacío en tu interior entierras lo que fuera que sucedió. Poco a poco se desvanece todo rastro y sólo tu subconsciente queda cómo testigo, cómo conocedor de los motivos que te llevaron allí.

PD: En últimos estudios acerca del funcionamiento del cerebro se ha descubierto que éste, cuando imaginamos que hacemos algo, reacciona físicamente del mismo modo que cuando realmente estamos llevando a cabo esa actividad que imaginamos.

Así que técnicamente, aquello que imaginamos al soñar, para nuestro cerebro es totalmente real.

"¿Cual es el parásito más resistente? una idea. Una sola idea en la mente de una persona puede levantar ciudades, una idea puede transformar el mundo y cambiar todas las reglas." Cobb, Origen